Érase una vez un anciano labrador que tenía un viejo caballo para cultivar sus campos. Un día, el caballo escapó a las montañas. Los vecinos del anciano labrador se acercaron a su granja para condolerse con el y lamentar su desgracia, y le decían: “¡Que mala suerte que tu único caballo se haya escapado! A lo que el sabio anciano les replicó: “¿Mala suerte o buena suerte? ¡Quien Sabe!”