Había una vez una pequeña que le encantaba el circo, y lo que más le gustaba de ellos era los animales. Le llamaba poderosamente la atención el elefante. Después de su actuación, el elefante quedaba amarrado solamente por una cadena que sujetaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo.
Sin embargo, la estaca era un minúsculo pedazo de madera, apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Aunque la cadena era gruesa y poderosa, parecía obvio que este animal, capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría arrancar la estaca con facilidad y huir.
¿Qué lo sujeta entonces? ¿Por qué no huye? Pregunto la pequeña con la esperanza de encontrar una respuesta a su curiosidad.
Un adulto que andaba por allí, le contesto que no escapaba porque el elefante estaba amaestrado.
La pequeña respondió, – Pero si esta amaestrado, ¿Por qué le encadenan?
Los adultos que andaban por allí no supieron responder a pregunta tan certera.
Pero acudió al rescate el cuidador del elefante, el cual comento:
- El elefante no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy muy pequeño. Al principio si era lo suficientemente fuerte para retenerle, el elefante lucha y luchaba para liberarse, no lo conseguía, y caía rendido y se dormía. El día siguiente volvía a intentarlo, con el mismo fin. Así pasaron los días hasta que se dio por vencido ya que creía que no podía liberarse. Y el elefante no se ha dado cuenta que el ha crecido y tiene más fuerza, por lo que arrancaría la estaca sin problemas. Para el sigue siendo esa estaca grandísima a la que es imposible vencer, aunque en realidad ahora la arrancaría sin ningún tipo de esfuerzo.
